Teoría Social del Tiempo.
La aspiración por hacer del futuro un objeto sociológico se remonta a mucho antes de que se consolidara la sociología como una ciencia en sí dotada de un cuerpo epistemológico concreto. En un primer momento, en un intento de comenzar a pensar una sociología del tiempo, algunos pensadores se inspiraron en las ideas de San Agustín, entendiendo el futuro cómo la sumatoria de las expectativas sociales, sin más. Dejando sin respuestas cuestiones tan importantes cómo el origen y articulación de las perspectivas temporales, su evolución histórica, hasta la historia del porvenir trazada por los futuros pasados o la muerte del futuro cómo metarrelato que promulgaban los postmodernos.
Emilie Durkheim puso los cimientos de la sociología del tiempo al considerar dos categrías imprescindibles en su concepción sobre el tiempo: el “espacio social” y el “tiempo social”. Este padre de la sociología establece que la vida del individuo se organiza en torno al calendario, por tanto expresa un tiempo común al grupo, el “tiempo social”, de ahí la división en días, semanas, meses y años del tiempo. El enfoque de Durkheim planta por primera vez la idea de la construcción social de la temporalidad.
Desde la aportación de Durkheim, pocos son los avances en teoría sociológica en los que se han estudiado con profundidad el fenómeno del tiempo cómo categoría sociológica, hasta el impulso que se dio en los Estados Unidos desde el funcionalismo sociológico. Sorokin y Merton recuperan la noción de “tiempo social”, aunque mientras la sociología francesa se ocupa de las relaciones del presente con el pasado, la estadounidense se decanta por las conexiones del presente con el porvenir. A Merton le interesan las expectativas temporales estereotipadas que rigen diversas clases de relaciones interpersonales y sociales. Merton hace especial hincapié en las “profecías sociales”, introduciendo el problema de la reflexividad de las percepciones temporales. Tales “profecías” descubren una especial interacción entre el futuro y el presente, mediante el cual el futuro participa de la definición del presente.
Con el tiempo se observó que el funcionalismo adolece de flaquezas, al centrar la investigación en los sistemas de reconocimiento temporal, dejando de lado lo relativo a la dimensión cualitativa del tiempo, elemento que introduce Talcot Parsons con su teoría de la acción, considerando el esquema medio-fines.
Por su lado, los marxistas interpretaban el tiempo como un valor abstracto de intercambio y/o un medio de control social; sin embargo, a nivel macrosociológico equiparaban el tiempo con el cambio. La teoría marxista tambien recibió críticas, ya que Marx se aferró a un concepto determinado de Historia, sin ser consciente de que manipulaba un constructo.
George Mead, parte de la idea de que los seres constituyen el tiempo. Mead considera que el origen de la estructuración temporal se encuentra en el acontecimiento. El tiempo se define como una abstracción de la sucesión de acontecimientos. Pasado y futuro son en sí inaccesibles, y solo mediante la intervención de la conciencia presente es factible su reconstrucción hipotética. Mead identifica en la acción la fuente de un tiempo diferente del impuesto por el reloj.
De Shutz nos interesa la idea de la impregnación de la acción social por el pasado y el futuro. Ejecutada la acción en el presente, la acción se orienta al futro y es reflexiva unicamente en el pretérito. El concimiento está asentado históricamente, los objetivos e intereses impregnan las acciones, interacciones y comunicaciones. “Podemos concebir pasados pasados, pasados presentes y futuros futuros, asi hasta con un gran numero de combinaciones.
Tras las aportaciones de la filosofía de la mano de Shutz y Mead, la teoría sociologica da un giro a esta cuestión al comenzar a unir las piezas del rompecabezas de la problemática social. Habían dado un paso más ya que pasaron de explicar la “constitución social” del tiempo a abordar y desarrollar su “construcción social”. El tiempo pasa de ser considerado una cosa a ser considerado un símbolo.
Algunos enlaces complementarios: Necrológica, de Robert K. Merton ,
La Sociología de la Ciencia, de Miguel Ferreira.
La constitución Temporal de la Acción significativa.
Presente, pasado y futuro. (Mead)
Algunos enlaces complementarios: Necrológica, de Robert K. Merton ,
La Sociología de la Ciencia, de Miguel Ferreira.
La constitución Temporal de la Acción significativa.
Presente, pasado y futuro. (Mead)
Paseando por el pasado. (Referentes fílmicos a la Teoría Social del Tiempo)
Si echamos la vista atrás, podemos afirmar que historia y cine van muy ligados y es que si nos centramos en el cine de ciencia ficción, este nace de la coyuntura signada por la guerra fría. Su edad dorada despunta hacia 1950, precedida por la Era Nuclear (1945), desde el inicio se ve como la existencia de la bomba convoca al imaginario de la ciencia ficción. Volviendo a la Guerra Fría, el grueso de la industria cinematográfica se alineo con las posturas del establisment, produciendo algunos documentales, aunque su más beligerante film es, “Destination Moon”, donde un militar, un industrial y un científico luchan contra un enemigo para llegar los primeros a la luna. Pero esto no es todo, ya que en la comunidad cinematográfica también existían opositores a la política oficial y como ejemplo de ello, encontramos el film “Cohete K-1”, que muestra como una civilización de marcianos se encuentran sumido al salvajismo por culpa de la energía atómica; otras películas son “Five” (1951) o "Ultimatum a la Tierra”. Estos cineastas fueron amordazados ya que se quería preservar la buena conciencia nacional, no del tipo “Invasión USA” con riesgo de desencadenar una avalancha de temor. La respuesta a la buena conciencia se produce con rapidez, destacando una política afín a la política oficial, “The War of the Worlds”, trata de un ataque masivo y alevoso contra EEUU donde los agresores eran marcianos.
A mediados de los 50, bajo una aparente calma de la opinión pública, los japonenses ven en sus salas de cine, como un terrorífico reptil emerge del pacífico despertado por el estroncio-90 (usado para las bombas) que se dirige hacia Japón para destruirla, Godzilla; otras películas con este trasfondo son “Tarentula”, “The Mysterians”, “El asombroso hombre creciente”, o “Teenage Caveman”, es durante estos años cuando el género consolida su posición en el sistema de medios especializándose en representar los riesgos tecnológicos que los demás encubrían, abriendo su propio camino en la cultura popular contando con una amplia base social de seguidores, en su mayoría jóvenes.
En la segunda mitad de los 60 la opinión pública se sintió mucho más tranquila gracias a los tratados de control de armamentos firmados durante esos años, en el cine el alejamiento de la pesadilla nuclear se ve reflejado en la domesticación de Godzilla, la ausencia de películas sobre hecatombes y el desinterés de los alienígenas por la tierra así como una atmósfera de optimismo invaden a Stanley Kubrick en la producción “2001: A Space Odissey”, un relato épico con fascinantes naves espaciales coronado con el triunfo del ser humano sobre la rebelión de las máquinas.
Así vemos como desde los años 50 el cine de ciencia ficción abastece los mapas temporales, además pretendía reflejar cómo la orientación comercial del género repercutía en la definición del futuro, y precisar cómo la filmografía daba forma acabada a percepciones todavía uniformes en el continuo social. Es por ello, que definimos al género (ciencia ficción) como un tipo de comunicación del riesgo, es decir, una clase de mensajes que, al tiempo que vehiculizan conceptos de riesgo científico-tecnológico, ayudan a construirlo en el discurso mediático. Como ya sabemos en la comunicación del riesgo los medios, además de recrear la protesta, forman parte esencial de ella, la crean. En su apertura al riesgo (el cine de ciencia ficción) tuvo mucho que ver la dinámica de los medios ya que le quedó libre la exploración del riesgo científico, a lo que se dedicaron sus distopías y utopías. En los 50, no paliaron el déficit informativo creado por la censura y la autocensura, pero mantuvieron abierto un abanico de futuros prohibidos; además con sus formas futuristas, naves espaciales, robots, pistolas lanza-rayos y platillos voladores comunicaban directamente con los heraldos de la sociedad de consumo. Así incluso cuando los argumentos se referían a pesadillas tecnológicas, las películas no tuvieron tapujos en compaginar en el mismo plano el mensaje inquietante del riesgo con el esplendor visual de la tecnología. Por todo ello, el cine de ciencia ficción fue un agente mediático idóneo, se puso del lado del científico consciente del riesgo y contra el sabio corporativo proclive a minimizarlo.
Sociología del cine.
Sociología del cine.
El concepto de futuro contemporáneo eclosionó en las postrimerías de la Edad Moderna y sufrió desde el siglo XVIII ajustes incesantes hasta adquirir su fisonomía actual, el futuro concebido como riesgo según las teorizaciones de Giddens, Douglas, Beck y Luhmann. En la creación de sus semánticas participan formas discursivas como la utopía, la prospectiva, la divulgación científica o la ciencia ficción.
Centramos en la repercusión cultural del cine no nos exime de conocer su marco institucional y económico. Hasta los 50’ la producción del cine sobretodo en Hollywood no hace sino aumentar de audiencia y de técnica. El cine, afirmará por ese entonces Henri de Jouvenel, es “el alimento más solicitado después del pan”.
A mediados de los ‘50 el sistema de estudios entra en crisis, en coincidencia con el declive mundial de la industria cinematográfica. De la pérdida de su ‘audiencia cautiva” se culpa en exceso a la televisión, cuando ella fue únicamente un ingrediente más en la diversificación de la oferta de ocio inherente a la sociedad de consumo; el auge del turismo también hizo mella: ya no hacia falta ir a la sala de cine para “viajar a lugares exóticos. En los años ‘50 y ‘60 cae en picado la asistencia del grupo familiar, eminentemente de clase obrera. De la pérdida de su ‘audiencia cautiva” se culpa en exceso a la televisión, cuando ella fue únicamente un ingrediente más en la diversificación de la oferta de ocio inherente a la sociedad de consumo; el auge del turismo también hizo mella: ya no hacia falta ir a la sala de cine para “viajar a lugares exóticos.
Una reacción a la crisis será el surgimiento de productoras independientes ágiles y competitivas, en cuyas espaldas recaerá parte creciente de la producción (Corman, 1992). Comienza un período de busca y diversificación: se ensayan técnicas novedosas de proyección; se perfilan productos específicos -destacando el cine-arte y la ciencia ficción, en los dos extremos del espectro del gusto. La valorización del cine como bien cultural, animada por la racha de filmes europeos con pretensiones artísticas (la Nouvelle Vague) y los festivales de promoción del cine-arte (Cannes, Venecia, Berlín) insuflan un renovado vigor a la industria. El resurgir de la industria tiene lugar a mediados de los ‘70 y se prolonga a nuestros días. En las antiguas estipulaciones del mercado, el Western sólo atraía a los hombres, el melodrama a las mujeres, la ciencia ficción a los adolescentes y la animación a los niños; ahora, para ser rentable, cada pieza de género debe gustar a todos los públicos. El formidable éxito descansa en dos factores: primero, la toma de conciencia por la industria del rejuvenecer de las audiencias.
También el mito, el folklore y la fantasía apelan al extrañamiento, pero se trata de un extrañamiento no cognitivo; al cuestionar las leyes empíricas de esta realidad, el cuentopopular o el mito no se apoyan en un paradigma científico; simplemente niegan las leyes del mundo natural sin más argumento que la alfombra voladora o la vara mágica. siempre carecen del ingrediente esencial de lo nuevo, limitándose a combinar mitemas inmutables en mundos posibles cuyas condiciones de plausibilidad no vienen fijadas por los signos correlativos de un método idéntico al de la filosofía de la ciencia. La ciencia ficción surge en un micro-universo textual fundado en un acto creativo de distanciamiento con lo real.
La ciencia ficción explota sentimientos ambivalentes hacia la ciencia y la técnica y sus instituciones, El héroe de la ciencia ficción emblematiza agencias colectivas: ciencia y técnica son entendidas como fuerzas sociales: los científicos encaman a la primera; los militares e ingenieros a la segunda; el protagonismo recae en la respuesta social organizada.
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